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Edilberto Paucar: «Me considero un sobreviviente del santiago, de la tradición»

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—Me parece que en un ser humano el sentimiento poco a poco madura dentro de su ser.

La sabia frase lo pronuncia don Edilberto Paucar Camargo, el violinista del tradicional santiago huanca. El  santiago, la fiesta dedicada a los animales celebrada en el valle del Mantaro a partir de la noche del 24 de julio y recorre los pueblos en agosto. Incluso en setiembre.

Don Edilberto se hace conocer como el Minkay Puriq, el caminante que con su violín mágico va de pueblo en pueblo, de familia en familia, a celebrar el santiago. El tradicional santiago. Ése que bebió en su pueblo, en el valle de Paurán, en Santo Domingo de Acobamba, el distrito más alejado de Huancayo. Su obra musical consta de 18 volúmenes se santiagos, huaylarsh, huaynos y mulisas.

¿Qué inspira a don Edilberto y su violín mágico?

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Discípulo de su padre

«Me dedico al violín desde mi infancia, más o menos desde los nueve o diez años, en forma de curiosidad, a escondidas de mi padre. Mi padre me prohibía, no quería que fuera músico. Según su experiencia, de sus andanzas por los pueblos, en lo rincones, la gente trataba mal, eran mandones. En el viaje se pasa frío, la gente se embriaga y no quería que siga sus pasos. Quería que yo sea otra persona. Él nunca a tenido experiencia de ciudad, de la zona urbana, siempre ha estado en el campo.

«Pero yo me he aferrado. Así a escondidas tocaba el violín. Mi amigo, su discípulo, me prestaba el violín. Y un día que mi papá estaba de buen humor, toqué su propio violín; una melodía que había aprendido. Y me invitó, ‘vamos a conversar’, me dijo. ‘¿Si yo te he prohibido, cómo estás tocando?’ Me he prestado, le digo. Me dijo, ‘has ganado hijo, qué vamos hacer, tu serás uno de mis discípulos, entonces te daré el violín, el más usado, y más adelante te compraré uno’.

«Fui un discípulo más de mi papá. Después, mi padre, mi maestro, ha fallecido dentro de poco tiempo. Yo ya estaba encaminado con mi pasión, con confianza. Había personas, pueblerinos que me invitaban para amenizar fiesta navideña, de santiago, de herranza del pueblo.

«En 1974 salí a tocar formalmente. Habré tenido 18 años, más o menos. Pero tocaba desde antes, nutriéndome de las comunidades y tenía el temor. ‘Yo debo tocar mejor’, decía y se me pasaban los años. Comencé en una fiesta de año nuevo, en Santo Domingo de Acobamba, en el Valle de Paurán y en un pueblito que se llama Astillería. De ahí, continuamente ya. Esas veces había bastante fiesta.

El sufrimiento de extrañar al pueblo

«A partir de 1992 ya componía temas. Las primeras composiciones no eran muy aceptado. Pero algunos me animaban y poco a poco mis siguientes composiciones fueron aceptadas.

«Me parece que en un ser humano el sentimiento poco a poco madura dentro de su ser. Yo siempre he sufrido de mi pueblo, de sus encantos, de su belleza, el río, la cosecha, las vacas y todo eso yo añoraba; sufría de mi pueblo, tenía pena de mis padres y las enseñanzas. Eso me motivó para mejorar derepente los temas sentimentales y eso trascendió. Ha tenido pegadas. Por eso digo, no se debe quedar uno; cuando una cosa te sale mal, no. Por otro lado, tiene que porfiarlo hasta llegar al punto. Igualmente en el manejo del violín, el instrumento tiene que ir mejorando. No solamente el sentimiento folclórico, la herramienta, el violín, tiene que ser manejado de acuerdo a tus sentimientos.

«Inicialmente mi padre me enseñó. Bueno. Con eso no me he quedado. Además, poco tiempo me enseñó. Y me  fui a Lima con intención de adquirir conocimiento, la curiosidad. Tengo una pequeña anécdota de esto. Tenía mi primer violín. Cuando falleció mi padre, bueno, a mi hermano mayor le dije, nuestro padre ha prometido y tenemos que comprar un violín. Mi hermano me dice, ya, compramos, hay que vender uno de los toros, el toro blanco. Hemos comprado un violín de fabricación checoslovaca. Ese era mi adoración, el violín. Y cuando estuve ya tocando en el pueblo mis costumbres, quería conocer, dominar el violín. Me fui a Lima. Cargué mi mochilita, mi violín.

«No sé a donde estoy yendo pero tengo una sola idea. Llego a Lima y me alojé en una tía y nadie me conoce. A nadie le conozco. Mi plata que he llevado ya no hay y estoy buscando trabajo. En eso encuentro un aviso: ‘Se necesita un vendedor de productos farmacéuticos’. Un laboratorio. Toco la puerta y solicito. Me dicen, en qué ha trabajado. No he trabajado en nada, vengo de mi pueblo. ‘Bueno, puedes vender esto, llevas emoliente, otros productos, ofreces por las farmacias, caminando tendrás que ir. Tu pago es según la venta, por porcentaje y tienes que dejar algo de valor, artefacto o dinero’. Pensé en mi único violín. Lo llevé y el administrador lo recibió.

«Resulta que yo extrañaba el violín. Diario debo tocar. Ya estoy un mes, más de un mes. Tenía que renunciar al trabajo para recuperar el violín. Y en mis andanzas conocí escuelas, institutos de música. A la vez que andaba averiguaba esas cosas.

«Conocí un maestro que enseñaba en el instituto superior de música Sebastián Bach, un señor Carlos, bajito, medio colorado, pelo blanco. El maestro ahí mismo me enseñaba: las posiciones cómo se garra el violín, cómo se solfea, cómo se aprecia el sonido. ‘Tú tienes que convivir con el sonido del violín, minuciosamente’. Así me enseñó las veces que yo podía.

«Con esa base trabajo. Conozco el violín, la teoría. La pedagogía musical. Esa vez también había curso de música en los colegios, desde el primero hasta el quinto año. Esos libros yo tenía y leía esos cursos. No digamos que soy un gran músico pero aprendí algo para tocar el santiago, el huayno, la música del centro. Puedo tocar cualquier melodía porque en el manejo estoy preparado.

Veintisiete años de composiciones

«Esas veces las grabaciones eran en cassette. En cassette he grabado los primeros temas. Como se vendía algunos me felicitaban otros no tanto. Yo sentía que todavía no le estoy dando en el agrado. Anualmente tenía mis composiciones. Grababa. La venta de grabaciones era full. No había Youtube. Había tiendas de disco venta, productores. Estos me inquietaban para grabar y como vendía bien mi trabajo, me invitaban. Al final, los productores me brindaban las grabaciones gratis y me daban las regalías de discos.

«Sobre todo ganaba el público.

«En santiago, santiago, habrá alrededor de 120 o 130 composiciones, más o menos. Los discos, los cassettes los tengo guardado, solamente de muestra.

Así me inspiro

«En primer lugar tengo que dibujar mentalmente un sentimiento. Lo que conjuga con la naturaleza, con el sonido de la catarata o con los cantos de los pajaritos, cosas que a la vez complemento con mi sufrimiento cuando arreaba a las vacas, cumpliendo órdenes, de repente sufriendo en las torrenciales lluvias. Ese sufrimiento después en las caminatas, los nevados, el cerro, también emociones como la cosecha del maíz, traer las vacas, sacar leche… Una costumbre muy de adentro que uno ve desde nuestra infancia. Todo eso es lo que me inspira la música.

«Muy poco me inspiro de la ciudad. Un poco que me aburre.

«Para mí, el santiago está cambiando mucho. Aquella vez, cuando salía a Huancayo a tocar, más o menos en 1976, era muy diferente. Se mantenía este conjunto: el violín, la cantora, la corneta. De las alturas de Chongos Alto traían los huacrapucos, los cantantes y tocaban toda la herranza de la zona altina. Hoy, esas melodías lo tocan las orquestas.

«El 24 de julio en la noche, la víspera del santiago, toda la zona de Huancán, Huayucahi, La Punta, Sapallanga, Auray, era pura corneta. Visitas. La corneta como grillo. El encuentro. El choque entre músicos. Los danzantes decían, mi músico es mejor. El mejor. Había motivaciones. Por ahí aparecía orquesta de 4, 5 numeritos. A lo lejos. La gente no bailaba tanto con esa orquesta. Hoy, la orquesta quedó con 20 números, tres tinyas. La música también varió mucho. En la introducción del santiago la orquesta de ahora tocan música de otro país. Pero los bailantes aceptan todo. Hay que decir que el público manda, ¿no? Acepta así. Yo no estoy de acuerdo. Se debe mantener la pureza del santiago, aunque sea con orquesta. Eso he contemplado en mi trayectoria. El cambio.

Los animales son del cerro, del Apu

«Eso de lo Apus, Tayta Huamalí, han tenido la creencia desde antes de la llegada de España. Nuestros antepasados solamente tenía sus ganados auquénidos, la llama, alpaca, vicuña. Se dedicaban al pastoreo. La pastora toca una tinya o algo parecido, cantando llama a su llama. Le canta a ese nombre, a su ganado. Ellos tenían la creencia que el dueño de esos ganados es el cerro. Y hacen el pagapu para que aumenten sus animales. Esa costumbre es muy remoto. Ahora todavía se cultiva eso. En el valle del Mantaro el dios Apu es Huaytapallana. Tienen personajes que tienen el don de conversar con el Apu, el pongo, tiene ese don de comunicarse y conversa.

«Yo tengo una experiencia de mi infancia. Mi padre era muy creyente del Tayta Huamali o Apu.

«Teníamos cantidad de vacunos. Dentro de nuestra ganadería había un novillo que se llamaba profesor, un poco chispeado. Tremendo novillo, toro castrado. Resulta que a la semana llevábamos al bosque para darle sal a la vaca y el novillo no lo encontramos. Solamente el novillo. Desapareció.  

«Mi papá no pensó en abigeo nada. Sino, ‘el Apu sabe, Tayta Huamalí sabe del novillo’. Mi papá tenía un hijo espiritual, un pongo.

«El pongo dijo, sabes papá, prepárate la mesa para mañana y yo lo voy a llamar. Preparó la mesa, coca, cigarro, dentro de la habitación de casa, de tapia, de adobe, la chacana con rendijas para guardar maíz, papa. Abajo, el pongo se sentó a un ladito para llamar al Tayta Huamalí. Le dice a mi papá: Vas utilizar dos minutos o minuto y medio, nada más. Apagamos la luz. Esas veces no hay luz allá, estamos con mechero nomás. El pongo está llamando.

«Y pareció un pequeño susto en la casa. Un pequeño temblor. Sssss, sshhhh por la rendijas de la chacana, el maíz, granitos cayó, en eso la mesa que está preparada, la coca sonó. Habló una voz muy fina. Mi papá se llamaba Sabino.

«Sabino, dijo, en quechua, imata yachayqui munayqui. Qué quieres saber. Mi papá dice: ‘Papá, mi novillo, el profesor, el barroso, se ha desaparecido, usted debe saber. Kai numi novillo profesor sotigo, chincacu, anmiyachayanqui papá’, le dice.

«Yo estoy escuchando asustado. La voz fina del Tayta Huamalí dijo: ‘Última mesada que has llevado al lugar, al Huaytapallana, a otro lado lo has puesto, no lo has puesto en el mismo sitio, tú sabes dónde poner. Hay que ser disciplinado’, le reclamó. ‘Tu novillo está por ahí. Tienes que volver a poner la mesa’. Y se fue. Otra vez con temblor. ¡Pum, siuf! Sentí miedo.

«Prendimos la vela. Mas o menos dos minutos y medio así nomá, pero el pongo estaba ya agonizando casi, pálido, sudando, no sé qué espíritu, qué resistirá el pongo. Para mí es una experiencia verídica esa cosa del pagapu del Tayta Huamalí.

«Todos lo ganaderos antiguos tenían esa creencias. Cumplían ese requisito al Tayta Huamalí. Ahora quieren comprar carro, mejorar su negocio. Bueno, funcionará. Para mí es algo extremo. Pero eso es verídico.

Sobreviviente de la tradición

«Voy a mantener siempre el lugar de mi origen, mi Paurán. Había bastantes músicos, cantoras, cornetas, aficionados, apasionados. Hoy está desapareciendo. Pocas cantoras, violinistas, cornetistas y la juventud más se dedicó a formar orquestas. Tocan saxofones, tenores. Y el baile del Santiago es como en Huancayo. De por ahí me considero como sobreviviente: todavía estoy manteniendo la tradición.

«Soy muy amante de nuestra costumbre. Es algo extraño que la juventud, siendo hijos de provincianos, de los pueblos, ya no saben cómo se baila un Santiago. Sí, me extraña.

«Una cosa quiero aprovechar. Felicito a los músicos quienes cultivan nuestra tradición, en Huancavelica, en Huancayo. La mayoría de mis temas agrada a la gente. Hay músicos, cantantes vernaculares que se lo apropian y pediría que haya respeto entre nosotros. Debemos reconocer la propiedad de alguien o por lo menos pedir permiso. Lamentablemente lo hacen y no pasan la voz. Reconocimiento. Es lo que pido».

Hijo predilecto de Huancayo

Resoliución de reconocimiento

AGA PARTS