Escribe: Katerine Retamozo Antonio
Hace 101 años, Gertrudis Sapaico Rutty Allauka, alumbró en Chupuro la vida de un grande: Zenobio Dagha Sapaico. Fue un 04 de abril de 1920. Ha trascurrido más de un siglo y la vida y música en el Valle del Mantaro se transformó por grandes maestros como él, como Tiburcio Mallaupoma, Emilio Alanya, Panchito Leyth, Picaflor de los Andes, Flor Pucarina, Julio Rosales, Jacinto Unsihuay y grandes figuras que construyeron nuestra identidad a través de su música.
Cabe recordar al maestro Zenobio Dagha, pero además apreciar su inmensa sensibilidad artística y humana, su innovación y amplitud para componer temas como Dígame en secreto, más conocida como Vaso de cristal, que es una pieza especial que no se ubica fácilmente en un género específico como huayno o tunantada.También ese tema internacionalizado por Inti Illimani de Chile Hermano Shray, un huaylarsh en quechua wanka.
Pensar un disco en homenaje a un maestro como Zenobio Dagha que ha dejado más de 609 composiciones registradas y que puede sobrepasar los 900 o mil temas compuestos, ha debido suponer noches de desvelo y gran responsabilidad, solo alguien que ha trabajado musicalmente con él podría tomar ese reto. Se trata de Pío Altamirano Melgarejo, músico y productor, amigo de Zenobio Dagha, a quien además tuvo la confianza de entregarle temas nuevos y compartir sus anhelos.
Hemos conocido el resultado de más de un año de trabajo musical, en medio de la pandemia, que azota al sector cultural e hizo extender los tiempos por lo complejo que es trabajar en este contexto. El disco lleva como título “Hermano Shray Zenobio. Centenario” y tiene el alma de Zenobio en sus canciones, porque esa siempre fue la consigna de Pío Altamirano al trabajar en este disco, que se escuche como él hubiera querido, un reto nada sencillo si tenemos en consideración que el maestro era muy exigente y no se permitía errores en su música.
La producción, realizada gracias al financiamiento de los Estímulos Económicos para la Cultura 2019 del Ministerio de Cultura, tiene 14 temas emblemáticos de Zenobio Dagha, que inician con un Huaylarsh agrario donde escuchamos el sonido ancestral de la danza más representativa del Valle del Mantaro, sigue con Casarme quiero del mismo género interpretado por Alicia Maguiña, quien fue la voz que lo inmortalizó y popularizó a nivel nacional, también el Huaylarsh 1961 que guarda ese sonido natural y primigenio del huaylarsh moderno al estilo de Zenobio.
Portada del disco Hermano Shray, que reúne 14 canciones seleccionadas de la discografía.
Las mulizas de sonido elegante como Aires de Huancayo, en la voz a dúo de Pío Altamirano con Adolfo Salazar, sigue con Yo soy de Huancayo en un dúo con Ruby Palomino y Mi Chupuro en un dúo con Roger Castillón, voces que nos remontan a los ancestros y sus letras nos hacen sentir el orgullo por una tierra, por un lugar al que pertenecemos.
La voz de una excepcional Paloma Huanca, Jenny Bordaes, con 50 años de carrera artística, hace vibrar el corazón cuando interpreta Sola siempre sola y cuando vuelve a nacer la canción Yo soy huancaíno por algo en las voces de Marco Antonio Torres, Hossein Pariachi y Pío Altamirano. De igual intensidad es la mejor versión de Dígame en secreto, con cuatro voces femeninas: Saywa, Ruby Palomino, Magali Luque y Gloria Ramos, que la convierten en un verdadero himno al amor de una mujer.
Un momento especial toca al descubrimiento de una pieza inédita Los novios, que Zenobio Dagha entrega a Pío Altamirano contándole que él había escrito esa música para sustituir el Danubio Azul porque le parecía que se debía bailar un tema compuesto en la propia tierra; Maria Elena Pacheco, gran violinista peruana, se encargó de los arreglos junto a su hermano César Pacheco y el resultado nos ha dejado impresionados, un vals clásico y magistral que sí debería sustituir el Danubio Azul, de ahora en adelante.
La fuerza del huaylarsh y la fuerza del rock se juntan en la nueva versión de Casarme quiero, realizada por Ricardo Altamirano Acosta, músico y productor, para la voz de Ruby Palomino, que demuestra una sonoridad con identidad, pero además trae a este tiempo moderno una canción de más de seis décadas. El toque final es un Santiago, la música de la herranza, Yana Chivillo y Chicoy chicoy cordero, en la voz natural de Gloria Ramos, Princesa del sol, que nos transporta a la vivencia del campo, de la herranza y de la tierra que nos alimenta.
Si hay algo que nos demuestra esta producción es la grandeza de un maestro como Zenobio Dagha, que dominaba la teoría musical permitiéndole innovar y crear una extensa obra, pero además su inmensa sensibilidad de artista y su cariño por la tierra, el campo, la naturaleza, el amor, hicieron que Pío Altamirano, quien gozó de su amistad también musical, haya logrado una obra de gran calidad que reescribe la historia musical del Valle y abre la posibilidad de más proyectos de este tipo, que inspiren a nuevas generaciones de músicos y se recupere el sentimiento de identidad a través de la música.
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